domingo, 27 de junio de 2010

¿Globalizados o globalizadores?

Dice el sociólogo Daniel Mato que Felipe Tsenkush, un dirigente del pueblo Shuar de Ecuador, le comentó una vez en forma irónica que cada vez era mas difícil ser dirigente indígena. Decía que primero tuvo que aprender el idioma y las leyes de los conquistadores, con el tiempo debió aprender a viajar en avión, luego se vio en la necesidad de aprender a enviar un fax, y ahora a usar el correo electrónico.

En su artículo “Des-fetichizar la “globalización”: basta de reduccionismos, apologías y demonizaciones, mostrar la complejidad y las prácticas de los actores”, Mato nos da una muy interesante mirada sobre el fenómeno comúnmente denominado globalización, y como actúa en el caso de los pueblos originarios.

La mayoría de nosotros, al pensar en globalización, imaginamos la “M” de los McDonald’s instalada en ciudades de todo el mundo. Solemos ver este fenómeno como algo que va en una sola dirección, como una avalancha que nos envían desde los países “centrales” y nos aplasta a los habitantes de los periféricos, indefensos e inactivos.

Pero en ese texto, el autor explica cómo la globalización debe ser entendida como un conjunto de procesos sociales en los cuales se determinan relaciones entre actores sociales a niveles globales. No sólo lo que viene a nosotros globaliza; también nosotros podemos globalizar, y usar lo que nos esclaviza para nuestra liberación. Este blog es un ejemplo de ello. Yo escribo esto acá gracias a lo que las grandes empresas radicadas en Norteamérica y Europa crearon para su propio beneficio, dando vuelta la dirección del proceso de globalización.

Mato destaca la cooperación que se produce hoy entre comunidades aborígenes locales y diversos actores globales, como organizaciones de defensa de los derechos humanos, de defensa del medio ambiente, entes financieros y agencias gubernamentales de otras naciones. Así, logran ser escuchados y encontrar el apoyo que no reciben en sus propias naciones. Sin ir más lejos, en mi publicación anterior, en la cual mencioné el caso de un documental sobre los mapuches en el cual se los muestra como terroristas, e implícitamente se justifica el uso de la fuerza contra ellos, se podría incluir que desde la Organización de Naciones Unidas (ONU) se ha manifestado preocupación por el uso de la ley antiterrorista por parte del estado chileno, y los Comités de Derechos Humanos y de Eliminación de la Discriminación Racial de esa misma entidad recomendaron que esa ley deje de aplicarse en los conflictos de los mapuches.

En este sentido, podemos pensar la globalización “desde abajo”, en oposición a la globalización “desde arriba” que nos tiene tan acostumbrados.

En la película “La guerra por otros medios”, dirigida por Emilio Cartoy Díaz y Cristian Jure, la cual muestra claramente como los pueblos originarios están accediendo a los medios, (Y prácticamente nos ha servido de base para el desarrollo de este blog), podríamos tomar ejemplos de estos procesos de “globalización desde abajo”. Al comenzar la filmación, vemos un grupo de nativos del Amazonas, en su aldea, con una “notebook” con conexión a internet.

Utilizan el Google Earth (Para quienes no lo conocen, un programa de la poderosa compañía productora de “software” que sirve para ver cualquier lugar del mundo tal como si se estuviera viajando en avión sobre el, gracias a la recolección de infinidad de fotografías aéreas) para tener una vista general del área protegida en la cual viven, y así poder encontrar los lugares por los cuales entran a deforestar ilegalmente. Se ríen con ganas, porque en la pantalla aparece, flotando sobre las imágenes aéreas de su aldea, un cartel con algo sobre la defensa de los pueblos originarios escrito en inglés y una foto del jefe de la comunidad, quien sostiene la máquina frente a cada uno de sus compañeros.



Ahí podemos destacar, como mínimo tres procesos de globalización. Uno, el de las empresas que van a tirar abajo sus bosques. Otro, el de la computadora y todos sus programas insertándose en su vida. Y otro es el hecho de que haya una imagen de Almir (Así se llama el jefe) al lado de un texto en el cual su problemática es difundida, puesta a disposición del mundo entero.

Entonces vemos como no hay que tenerle miedo a la globalización. Por el contrario, debemos usar los procesos globalizadores a nuestro favor. Un pequeño grupo de personas que vive en la selva y no se relaciona con nadie fuera de ella poco puede hacer contra las empresas transnacionales que van a explotar los recursos naturales; pero al tener la posibilidad de transmitir sus propios mensajes al mundo entero, pueden encontrar otra gente que vea la justicia de sus pedidos, y entre todos, hacer la fuerza para derrotar a los grandes intereses económicos también globalizados.

Sobre esa necesidad de transmitir los mensajes alrededor del mundo es que trabaja el proyecto “Video en las aldeas” (Video nas aldeias), tratado en esa misma película. Video nas aldeias surgió en 1987 desde la organización no gubernamental Centro de Trabajo Indigenista (Centro de Trabalho Indigenista), en Brasil. La idea era dar a los pueblos las herramientas para producir su propio material audiovisual, en contraste con la clásica idea de los documentalistas que iban desde afuera a registrar lo que veían de los aborígenes.



El joven y apasionado cineasta guaraní tiene muchas ganas de mostrar la vida de su gente, pero los mayores suelen sentirse menos cómodos con el proyecto. Dicen que son cosas ajenas a ellos, y que no las deben hacer porque eso sería renunciar a su identidad. Pero en nuestro mundo inevitablemente global, ellos pueden seguir siendo lo que son, y ser aceptados, si y solamente si le permiten a
los demás saber sobre ellos, y tener su visión de lo que les pasa.



Los jóvenes aborígenes se ven hoy en una situación muy particular. Están viviendo esta época de cambios veloces en las tecnologías, en las formas de comunicación y en los alcances de éstas, desde su lugar que siempre ha sido excluido del “progreso”, y, si logran usar esto para entablar relaciones más equitativas con el resto de la sociedad, van a tener la oportunidad de acabar con las ideas anticuadas que giran en torno a ellos. Hablo de los jóvenes en especial, porque son ellos quienes pueden adaptarse mejor a las novedades, y quienes pueden transmitir el mensaje de cambio que necesitan. Sólo mediante su “conexión” al “mundo”, lograrán que éste los vea, los comprenda y preste atención a lo que dicen.

Roxana Morduchowicz, en su libro “Los jóvenes y las pantallas: Nuevas formas de sociabilidad”, lo deja muy claro, al hablar sobre la relación de la juventud con los medios de comunicación:

La relación de los jóvenes y las pantallas no puede tampoco abordarse sin tomar en cuenta las brechas sociales que existen entre los jóvenes “conectados”, y los “desiguales y desconectados”. Los incluidos son quienes están conectados. Y sus otros son los excluidos, quienes ven rotos sus vínculos al quedarse si trabajo, sin casa, sin conexión. Estar marginado es estar desconectado. El mundo se encuentra dividido entre quienes tienen domicilio fijo, documentos de identidad y de crédito, acceso a la información, dinero, y por otro lado, los que carecen de tales conexiones. Para millones, el problema es ser incluidos, llegar a conectarse, sin que se atropelle su diferencia ni se los condene a la desigualdad.

Aunque la autora lo halla pensado en el sentido urbano de “juventud”, creo que esa visión de conectados y desconectados se ve fuertemente en los pueblos originarios. Para poder “ser”, “estar ahí”, es necesario tener información de lo que les pasa a los demás, y mas que nada elevar nuestra propia voz, que todos puedan oírla.

Lisandro Amado

1 comentario:

  1. buen análisis, también te va a servir pensar en las tesiones entre lo global y lo local para analizar las diferencias generacionales

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