Desde las raíces

Hace cientos de años los primeros habitantes que pisaron fuerte nuestras raíces fueron los indígenas y después los gauchos, hoy en día no se sabe quiénes son, ya que ha habido (y sigue habiendo) una población cosmopolita, a partir del Siglo XX, y desde entonces no se supo distinguir nunca más a los verdaderos representantes de nuestras tierras.

¿A quiénes les pertenecen entonces las raíces de este pueblo? ¿A los inmigrantes, a los políticos, a los medios de comunicación? Porque parecen haber desaparecido del mapa los habitantes legítimos, quienes hicieron nuestra Patria.

Antes del contacto con el hombre blanco, consideraron a los indios y a los gauchos como la figura del país. Pronto surgió una disputa del nacionalismo cultural por cuál de estos dos grupos sociales debería representar la esencia de la Nación. Pero con el advenimiento de los extranjeros, esta discusión quedó en el olvido.

En este análisis solo hablaré de los aborígenes, a los gauchos los dejaré para otra ocasión.

Antiguamente, los caciques (que significa: “El Señor responsable o autoridad de los hombres”) eran quienes tenían el poder por sobre los otros. Gozaban además, del dominio de los territorios, de las armas y de las mujeres. Como sucede en la actualidad, claro que sí, pero de una manera muy distorsionada y sin dinero de por medio.

Ningún indígena hubiese sido capaz de reclamar falta de alimento, de vestimenta, de un techo o falta de atención, simplemente porque no tenían la necesidad, no existía el depender de alguien para poder hacer y deshacer sus vidas a sus antojos. Eran primitivos que pasaban sus días felices sin políticos mentirosos, sin medios de comunicación ni tecnologías.

Hoy en día, a los que quedan de ellos, les pasa todo lo contrario. Sufren de una exclusión permanente, mueren por desnutrición o enfermedades, los usan solo por interés –generalmente para fines políticos-, se acuerdan de que existen en épocas de campaña electoral. ¿Y después? Después cada uno por su lado, los políticos ganando un lugar en el gobierno; los aborígenes intentando salir adelante sin ayuda alguna. Esto es el poder ahora.

Más que nada, me interesa es la gran transformación del poder, ya que en el pasado tenían poder casi absoluto de las tierras que, con el paso de los años y con la llegada de inmigrantes, principalmente de españoles, ese poder se fue destruyendo. Empezaban a quitarles las tierras para adueñárselas y, por supuesto, trabajarlas ellos.

Por encima de esa tradición y ese poder simbólico, y se fue construyendo otro, o mejor dicho, se fueron construyendo muchos otros símbolos y culturas. Esa huella autóctona se fue borrando: lo primitivo se fue acabando, se fueron muriendo los bosques para convertirlos en barrios. El arco y la flecha… ya no significaron nada.

Cabe destacar que lo mencionado en el párrafo anterior hace referencia a que la masa inmigratoria no le dio importancia a esas costumbres. Obviamente los pueblos autóctonos sí, es más, todavía ellos conservan muchas de esas cosas. Tales como los rituales, las pinturas en sus rostros.

Aunque también han aceptado que los avances tecnológicos se sumerjan en sus comunidades, lo que les resultó de gran ayuda para poder desarrollarse intelectual y socialmente. Estos progresos los afectaron de manera positiva.

Sin embargo, la división que sufrió El Poder (en: Simbólico, Coercitivo, Económico y Político) los afectó negativamente, ya que, tomaron a otros objetos y costumbres como valor simbólico difundiéndolo a través de los medios de comunicación. Lo de ellos ya no tenía significado alguno.

Por otro lado, el poder político y el coercitivo van de la mano, porque los gobernantes necesitan de la fuerza militar para poder reprimir cuando lo creen necesario. Este fue uno de los cambios más drásticos que tuvieron que soportar las comunidades nativas, puesto que, en el momento que más necesitaron de ese poder para lograr subsistir fue cuando estos hicieron oídos sordos, con la ayuda de los medios informativos que, disimularon la problemática.

Por último, el poder económico, que también trajo consecuencias graves. Este poder, está ligado fuertemente con el político. Prácticamente, afectó a casi todas las tierras nativa, a causa de que las comenzaron a desertar para construir sobre ellas casa, edificios y fábricas, dejando atrás una identidad perdida.


Para cerrar, me parece que no es menor el significado de este poema:

Ce-Acatl 64, septiembre de 1994

No quiero morir

No quiero morir,
quiero participar del nuevo día
y del nuevo amanecer.

No quiero morir,
quiero disfrutar las nuevas flores
y los nuevos cantos.

No quiero morir,
quiero leer los nuevos libros,
quiero contemplar el resurgimiento de la
nueva sabiduría.

No quiero morir,
quiero recuperar el vigor y la fuerza
quiero recuperar mis raíces.

Jamás abandonar esta existencia.


Si me introduzco en la piel de ellos, puedo sentir en carne propia que no quieren ser olvidados, que quieren recuperar su lugar de donde nunca deberían haber sido destituidos, que quieren y necesitan gozar de sus derechos como cualquier otro ciudadano.

Puedo ver también que necesitan un abrigo, estoy hablando de un abrazo, de esos que calientan el alma, que hacen que te sientas con fuerzas, con ganas, que te alientan a seguir la lucha diaria que tanto cuesta.

No los olvidemos, ni los dejemos morir, ellos nos necesitan.

Por Eliana Lacerenza